Steaua B. 0
El conjunto de Juande Ramos necesitaba ganar para seguir su rumbo europeo sin complicarse la vida. Su rival, el Steaua de Bucarest, de bastante nivel inferior que los andaluces prometieron dar guerra y estuvieron a punto de amargar la fiesta local debido a la escasa eficacia de la escuadra sevillista.
En el primer tiempo, el Sevilla salió al terreno de juego impulsado por el inigualable himno de la Champions. Como si fuera un vendaval, los de Nervión arrasaron con todo, borrándo del campo a su rival. Regresaba así esa máquina que tantas alegrías le ha dado a la parroquia sevillista. El equipo hispalense tocaba el balón una y otra vez, la defensa se mantenía firme con un soberbio Dragutinovic, Alves volvía a hacer las travesuras de antaño, Poulsen controlaba el centro del campo mientras Keita volvía a ofrecer otro espectáculo de fuerza y calidad, demostrando que lo suyo sí es la Liga de Campeones, y las bandas volvían a ser esas navajas que dejan herido a cualquier rival. Pero de nuevo, los nervionense estuvieron negados de cara al gol.
Durante los primeros cuarenta y cinco minutos el Sevilla jugaba sin apenas resistencia. El conjunto hispalense se crecía por momentos y se gustaba cada minuto más. Así que los goles no tardaron mucho. A los cinco minutos Knaouté abría el marcador tras una magnífica asistencia de Diego Capel, quien realizó un gran partido. Era entonces el comienzo de esas noches mágica de la Champions League.
El show del Sevilla seguía y seguía. Con tal espectáculo, la alegría volvía a las gradas. Una afición que aceptó la postura adoptada por la entidad y cambió ese silencio descomunal que paralizaba el tiempo en el coliseo nervionense por el fervor desbordado. A gritos de ¡Antonio Puerta!, los sevillistas se acordaban del mítico futbolista. Un minuto emocionante que culminó con ese tanto de Luis Fabiano que venía del cielo. La afición llamó a ese ángel que habita en el tercer anillo y éste le regaló el gol que salió de las botas del brasileño. Este comienzo espectacular pronosticaba una ‘paliza’ históricas, pero la falta de puntería de los rojiblancos, quienes disfrutaron de quinces ocasiones clara de gol en la primera parte, acabó aguándola y dándole vida al rival.
Tras el descanso, Juande Ramos mantuvo al equipo. El de Pedro Muñoz quería asegurar el partido con un tercer tanto. Pero los jugadores se confiaron. Creyeron que corriendo menos se llevarían el partido holgadamente. Bajaron los brazos y la intensidad del partido. Fue entonces cuando el Steaua de Bucarest salió del ostracismo. El conjunto rumano fue apoderándose del balón poco a poco hasta que un fallo defensivo, un despiste de Mosquera y un tropiezo de Palop propiciaron el primer gol rumano. El Steaua soñaba con conseguir algo positivo del Pizjuán y fue entonces cuando el Sevilla comenzó a sufrir. Los locales ganaban por la mínima y no se podían permitir que les empataran, ya que eso hubiera significado una gran paso atrás en la complicada competición europea. Por ello, el técnico manchego apostó por reforzar el campo y mantener el resultado hasta el pitido final. Lo consiguió Juande, pero no se debería haber sufrido tanto.
SEVILLA FC (2): Palop; Daniel, Mosquera, Dragutinovic, Adriano; Jesús Navas, Poulsen, Keita, Diego Capel (Martí, 84); Kanouté (Renato, 70) y Luis Fabiano. STEAUA DE BUCAREST (1): Zapata; Marin, Goian, Rada, Emeghara; Surdu, Petre (Neaga, 46), Nicolita, Croitoru, Dica (Badea, 46) y Jacob (Zaharia, 71). Goles: 1-0: Min. 5, Kanouté. 2-0: Min. 17, Luis Fabiano. 2-1: Min. 62, Petre.
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